martes, 9 de enero de 2018

Cabos sueltos

Vaya por delante que mi opinión sobre la Guardia Civil, sobre nuestra querida Guardia Civil, es de admiración, de respeto y, sobre todo, de agradecimiento. De agradecimiento por los centenares y miles de muertos que no han dudado en poner su cara, su cuerpo, su seguridad y la de su familia delante del peligro para protegernos. Tanto en el mar como en la montaña, en la carretera o delante de los pasamontañas cobardes que tapan la cara de sanguinarios asesinos. Nada que reprochar, repito. Todo agradecimiento. Que alguna vez podamos pensar que han ido a “cazarnos” porque hemos entrado a 150 Km/h en un pueblo en el que había que ir a 70; porque se nos haya “olvidado” el seguro de la escopeta; o porque nos estuvieran esperando en un cambio de rasante, no quiere decir que no sepamos poner los pros y los contras en una balanza.

En la reciente resolución del macabro asesinato -y todavía no sabemos si algo más- de Diana Quer, hay mucha gente que se tiene que tentar la ropa. En primer lugar, los periodistas (no todos, claro) que se han dedicado a dar carnaza a los perros, aireando las relaciones personales de la familia, la separación de sus padres y hasta el tamaño del pantalón de la pobre chica. En segundo, la jauría insaciable de consumidores de morbo, realities y telebasura en general, que ha devorado agradecida la carroña que le echaban. Y en tercero, la Guardia Civil. Sí, señor, la Guardia Civil. Pero no el sacrificado guardia que ha batido metro a metro los sembrados, las radas, las charcas, los pozos y los caminos. Ni el paciente científico, que ha robado horas al sueño en su laboratorio hasta dar con la pista correcta.  Ni los técnicos, que han luchado contra reloj para desentrañar los secretos de su teléfono. Ninguno de ellos, pero sí alguien en la Guardia Civil, ha dejado algunos cabos sueltos.

Solo dos preguntas: si el día 26 de noviembre, ya no había ninguna duda de que un frío y desalmado violador apodado El Chicle había hecho desaparecer su cuerpo ¿Cómo es posible que un par de voluntarios tuvieran que salvar de la violación y posible asesinato por parte de El Chicle a una chica, el día 25 de diciembre? No entro ni salgo en si ya podía o no podía estar detenido ¿pero no debería estar vigilado o al menos controlado? Lo digo porque igual que pudo intentar violar, pudo intentar escapar. De que el pájaro es un confidente de la Guardia Civil, no tengo la más mínima duda. De lo que tengo dudas, es de cuál es el trato que se debe dar a este tipo de sujetos. Si se les debe dejar delinquir tranquilamente o se les debe poner algún límite. Y esto me lleva a la segunda pregunta ¿Cómo es posible que haya “decenas” de casos de violaciones y agresiones de todo tipo a chicas en una sola comarca y hayan quedado sin investigar? ¿A nadie le alarma esta situación? ¿O es que los gallegos tienen la fea costumbre de violar y pegar a las niñas que se encuentran por los caminos?

Ni acuso ni tengo la más mínima intención de sembrar dudas, pero cuando vi el despliegue de medallas, tricornios y estrellas de jefes y oficiales, me pareció que algo no estaba en su sitio. No es costumbre de la Benemérita, al menos de la que yo conozco, respeto y admiro, salir a recoger ovaciones como los artistas. Algún cabo suelto hay.


Por cierto, y esto ya es del negociado del juez ¿vamos a volver a ver, como en el caso de la pobre Anabel Segura, cómo se libra de la cárcel una encubridora -coautora, en aquél caso- alegando que es que “tenía mucho miedo” de su marido? ¿o vamos a volver a ver cómo los confidentes tienen licencia para matar?

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