domingo, 17 de diciembre de 2017

Muy Señor mío:


Adjunto remito mi Currículum Vitae por si pudiera resultar de interés para los fines de la plaza que convocan en su anuncio.

Como puede comprobar en él, tengo una larga experiencia en puesto similar, lo que sin duda hará que usted haya descartado ya mi candidatura. Como usted y yo sabemos, usted ni siquiera leerá esta carta de presentación, ya que al ver en mi Currículum Vitae que tengo más de cuarenta años, quedaré automáticamente descartado. Puede usted ser un joven y activo empresario, de esos que ahora se llaman emprendedores, al que le dé una enorme grima contratar a alguien que tenga más edad que usted, porque considera que nadie hasta que llegó usted, ha hecho nada que merezca la pena reseñar. O bien puede usted ser un obediente jefe de personal, de esos que ahora se llaman Human Resources Manager, al que han dicho que nada de contratar a nadie con más de cuarenta. De lo que sí estoy seguro es de una cosa: o usted tiene menos de cuarenta años o es de esos que superó la crisis con ciertos problemas y consiguió quedarse. Consiguió quedarse después de ver caer a muchos compañeros, mucho más preparados que usted, pero más baratos de despedir.

Y es que, como habrá podido comprobar, dada la importancia del cargo que usted ocupa, ahora mismo el mercado laboral en España, se divide en dos: los que superaron la crisis y siguieron cobrando su sueldo y aumentándolo año a año, que ahora cobran por encima de los dos mil euros; y los que perdimos el trabajo con la crisis, que ahora nos tenemos que agarrar a un puesto de novecientos o menos euros al mes, si es que alguien nos contesta, que como puede usted deducir, no es mi caso. De más de mil CV enviados, creo que no llegan a diez los contestados. Entiendo que por algún sitio hay que comenzar a descartar, ya que tiene usted más de trescientos currículos encima de su mesa, pero no consigo entender por qué la experiencia, el no tener hijos pequeños y el tener cada vez menos cargas familiares, son una rémora. Perdón, un hándicap, lo llama usted. Me acuerdo que cuando hacía entrevistas de joven, era precisamente eso lo que buscaban ¿no? De ser mujer y tener posibilidad de quedar embarazada, ni hablamos. Pues ahora, tampoco es ninguna ventaja eso ¿En qué quedamos?

Solo quiero desearle que nunca se encuentre usted en mi lugar. Que nunca tenga usted que cambiar su modo de vida y pase por la puerta de los restaurantes a los que antes iba, mirando para otro lado. Que no tenga que inventarse ninguna excusa cuando le llamen para una cena de amigos o una comida de antiguos compañeros. Que su mujer le apoye como la mía, y sus hijos sean tan santos como los míos. Que su familia y sus amigos no intenten evitar el tema del trabajo y del dinero en su presencia, porque piensen que va a salir usted contando desgracias. O bien que algún despistado no le proponga hacer viajes, que usted sabe que hace muchos años no puede hacer.

Yo sé que este no es asunto suyo. También sé que existe un subsidio para aquéllos que hemos agotado la prestación por desempleo. Seiscientos euros, por cierto. No los desprecio, claro. Pero eso es casi lo que me quitaban a mí todos los meses cuando trabajaba. Y es que mire, si hacemos cuentas: si yo hubiese metido en una cuenta todo lo que me han quitado mensualmente a lo largo de mi carrera, hoy viviría tranquilo. No desahogado, pero sí tranquilo.


Perdone que no le dé las gracias, porque como decía más arriba, sé que usted ni se ha mirado ni se mirará jamás esta carta. Felicite de mi parte al que haya seleccionado usted para este puesto, y no sea tan cínico de convencerle de que es un triunfador porque le han seleccionado entre trescientos. Sencillamente, le han seleccionado, primero por su edad; y segundo, porque está dispuesto a trabajar por lo que ustedes le ofrecen. Y no es que el chaval sea tonto, que va, es que no hay otra cosa.