viernes, 13 de octubre de 2017

Nacionalismo y catalanofobia

Me había propuesto no escribir sobre el único tema de conversación que, a lo largo del último mes y lo que te rondaré… ha habido en periódicos, radios, televisiones, tabernas, garitos, lugares de ocio y comidas familiares. Cataluña, efectivamente. Y no, no es que me vaya a escudar como los tibios en el “yo de política no hablo”, que la Política es -o puede ser-  una actividad tan digna como la Economía, la Cultura o los viajes. Y desde luego, en muchos casos, mucho más digna que el fútbol. Tampoco es que no tenga opinión al respecto, que la tengo y bastante formada. Formada desde hace años, cuando a diario me tocaba repasarme toda la prensa catalana; o cuando me tocó recorrerme Cataluña de pueblo en pueblo. No, sencillamente es que me parece complicado decir nada que no se haya dicho ya. Algunas cosas muy sensatas, otras muy prudentes, muchas de ellas demagogia facilona y algunas, sencillamente impresentables.

Así que obviaremos mi opinión política, que por ser mía solo a mí me importa, y nos centraremos en el lado humano del asunto. En concreto, hay una foto de la agencia Reuters, publicada incluso antes de que Puigdemont terminara de excretar su discurso-proclamación-suspensión de independencia, que lo dice todo. La foto es por todos conocida, y en ella se ven la emoción, la excitación y la euforia de los que esperaban en la calle… y a continuación, unos segundos más tarde, su decepción.


Pues esto es lo que hay, queridos: os han dejado tirados. Tirados como colillas. Si no fuera porque sois violentos, sectarios y cobardes, me daría pena ver esas caritas de pena. Violentos porque agredís o calláis cuando agreden a alguien por llevar una bandera, por representar a sus vecinos en un ayuntamiento o por no sentir lo que debe sentir. Sectarios porque solo en vuestra tribu, en vuestra jauría hay salvación. Nadie que no obedezca tiene derecho a vivir en vuestro territorio. Y cobardes porque solo atacáis en manada, a dos chicas solas o a un padre con tres niños pequeños.

Así que pena, ninguna. Se han ido todos. Han cogido sus empresas y os han dejado allí, chillando. Los mismos que, o bien os pagaban para que gritaseis desaforados en la calle o bien callaban mientras lo hacíais, han puesto su dinero a salvo de vosotros. No me extraña esa cara de tontos que se os ha quedado ¿Quién os va dirigir ahora, el capataz? Porque a él también le han  dejado tirado y se han ido con “el enemigo”. Contra ese a quien le mandaban azuzar la rehala. Pues tan malo no será porque ellos creen que su dinero está más seguro allí. Lo malo es que el capataz sabe arrear el ganado, pero no tiene ni idea de hacia dónde.


La parte mala es que nos los habéis enviado a nosotros. Que ahora vendrán llorando, haciéndose las víctimas y pidiendo “medidas” para salvar sus empresas. Que de repente se les habrá olvidado que durante cuarenta años no han hecho ni han dicho nada. Y que después de inocular en vosotros el virus del odio, os han dejado buscando víctimas a quien culpar de vuestra amargura. Nada personal, pero reconozco que no me dais ninguna pena. Además, no es catalanofobia, que eso sería odiar a alguien por ser catalán y yo no odio a nadie. Es más, me caen muy bien los catalanes. Y a los nacionalistas no os odio, sencillamente os desprecio y por eso no podéis darme pena.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro