viernes, 4 de noviembre de 2016

Carajal autonómico

A partir del año 1979, los sucesivos gobiernos del UCD y PSOE, tuvieron que desarrollar el mandato constitucional de vertebrar (o desvertebrar) España en comunidades autónomas. No sé -aunque imagino que sí- si eso supuso para ellos un problema. No solo político sino además filosófico, histórico y moral. En primer lugar, nuestros flamantes padres constituyentes habían inventado una nueva forma de administración. Si hasta entonces las unidades territoriales que integraban un estado, eran los estados federados o las provincias, en 1978 surgieron, para asombro del mundo, las comunidades autónomas, que no eran ni una cosa ni la otra sino todo lo contrario. De hecho, a día de hoy no sabemos cuáles son los límites del poder territorial ni político de una comunidad autónoma. Fue una obra maestra -nos decían- porque se trataba de que los territorios “periféricos” se “sintieran cómodos” en España. Es decir, por primera vez en la Historia del Derecho Constitucional Comparado, se publicaba una constitución para contentar a aquéllos que no querían estar integrados en esa constitución. Más aún: que se sepa en Geología, los territorios no sienten nada. Pueden sentirlo sus habitantes, y desde luego en el 79 los separatistas no eran ni el veinte por ciento de ninguna región española. Se sorprenderían los más jóvenes. Bien, no parece mala idea en todo caso, pero igual era mejor idea contentar a los que sí querían esa constitución. Lo malo  es que, a día de hoy, no sólo los que había que integrar siguen sin “sentirse cómodos” en España, sino que además han empezado a sentirse “incómodos” Galicia, Valencia, Asturias, Baleares… Una obra maestra, vamos.

Pero claro, como para integrar a los que no querían ser integrados había que buscar una justificación, se recurrió -cómo no- a lo que sistemáticamente han recurrido los nacionalistas en todo tiempo y lugar, a la Historia ¡Malhaya el que descubrió que la Historia sirve para justificar cualquier atrocidad! Y Dios se apiade de los que estudiamos Historia. En vista de que había que buscar una justificación histórica al desmán, Castilla se dividió en dos partes “históricas”. Es decir, se retorció lo que siempre había sido una división geográfica, Castilla La Nueva y Castilla La Vieja divididas por el Sistema Central. Además, se aplicó otra división geográfica con pretensiones históricas, desgajando una parte más, para darle el nombre de una comarca vitivinícola: La Rioja, que además ni ocupaba todo Logroño ni era exclusiva de Logroño. Una tercera parte de Castilla alegó motivos geográficos, que alguien debió entender como “históricos”, para crear una cuarta división: Cantabria. Santander se arrogaba la propiedad de un mar que compartía con Galicia, Asturias y los territorios -cómo no, históricos- vascos. Algún motivo “histórico” habrá, pero a mí se me escapa.  Por el Sur, un nuevo atropello geográfico-histórico se cometió para convencer al mundo de que, cuando los pastores de La Mesta recorrían Castilla para “ir a extremos”, lo hacían para salirse del Reino e ir otro reino distinto, llamado Extremadura. Lo malo es que eso, aparte de insostenible, es una soberana estupidez.

No quiero extenderme con cuestiones también sorprendentes como la existencia del Reino de Murcia o su duración, al que por cierto perteneció Albacete; o el trato de igual a igual de León con los restos que quedaron de Castilla. Puedo además aportar datos tan sorprendentes como la existencia de una pintada en Segovia, junto al Polígono Industrial El Cerro que dice “Castilla no es España”. Y se debió quedar tan a gusto, el patán. Pues claro que Castilla no es España, animal. Ni Galicia ni Cataluña ni Aragón… lo son todas ellas juntas y alguna más. Independientemente de lo que a ti te parezca o lo que tú “sientas”. Tu mano derecha es tu mano derecha con sus cinco dedos. Y si le cortas tres dedos -a poder ser, que uno de ellos sea el de usar el spray- seguirá siendo tu mano derecha, pero estará incompleta. Tu dedo índice solo, no es tu mano, por supuesto; pero ni tu mano es tu mano sin él, ni por supuesto tu dedo es nada sin tu mano. No sé si lo entenderás…

Si los ponentes constitucionales, tan sabios ellos, hubiesen comprendido que la pertenencia a un territorio u otro, no ha supuesto jamás base filosófica para ninguna teoría política, otro gallo nos habría cantado. Si hubiesen sabido de verdad Historia, habrían comprendido que la tolerancia con el nacionalismo solo ha traído guerras, entre ellas dos de escala mundial. Si además hubieran sabido que todo nacionalismo es expansionista y violento, igual ahora también tendríamos problemas. Pero serían los mismos problemas que tienen los países civilizados. Los problemas normales de la gente normal. No esto…


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

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