Con el respeto que toda
persona, por el hecho de serlo, merece. Pero además con el respeto a la
dignidad del cargo que ostenta, desde el que nos representa a todos los
madrileños. Con el respeto que además me inspira conocer y saber de sus
actividades desde hace muchos, muchísimos años. Porque cuando la mayoría de los
que le han votado ni siquiera sabían quién era usted, yo ya tenía noticias
bastante directas de su labor con las presas. Nada revolucionario, por cierto,
que esa labor también la llevaba a cabo, creo que en coordinación con usted -y
creo que mucho antes- el padre Garralda, siguiendo y poniendo en práctica una
de las Obras de Misericordia, predicadas y ejercidas por la Iglesia desde hace
dos mil años, que manda en visitar al cautivo. Naturalmente que eso no le resta
ni un ápice de mérito a su labor, como tampoco se lo resta el hecho de que se
dedicara solamente a las presas y no a los presos. Ustedes los de izquierdas,
siempre discriminando por razón de sexo. Pero qué le vamos a hacer, más vale
atender a la mitad que a ninguno. Y no, no me diga lo de la discriminación
positiva, por favor, que la discriminación, por su propia naturaleza es
negativa. Si no, no sería discriminación. Entiendo que el invento ese ese de la
“discriminación positiva” sirva para hacer comulgar con ruedas de molino a los
ignorantes, pero a nada que alguien haya leído, oído, hablado o estudiado
Lengua Española, comprenderá que la discriminación no puede ser positiva. La “discriminación
positiva” es como la “violación
cariñosa” o el “robo generoso”. No solo un oxímoron o contradictio in terminis, sino una sencilla y llana estupidez, que
se entiende mucho mejor.
Por lo demás, creo que
también compartimos las misas increíbles del padre Ramiro o del padre Sopeña en
la Parroquia de la Ciudad Universitaria, actual Museo de América, en los
últimos sesenta y primeros setenta. Claro, la diferencia es que allí le casó a
usted Jesús Aguirre, luego duque de Alba, y a mí me llevaba mi madre con mis
otros cinco hermanos en pantalón corto. Al más puro estilo primera temporada de
Cuéntame, vamos. Sin embargo, hay
tres cosas que recuerdo con toda claridad de aquéllas misas: el increíble
sonido del órgano, el siniestro organista calvo y las homilías del padre
Ramiro. En ellas pedía ayuda para los objetores de conciencia presos, para los
necesitados de La Elipa, del Pozo del Tío Raimundo, etc. Un rojo peligroso, en
definitiva. La diferencia es que él creía lo que predicaba y otros lo tomaron
como excusa muchos años después, para hacer carrera política. Y ya ve usted,
después de tantos años y de que hayan borrado todo rastro de la Religión en la
Ciudad Universitaria, como exigía su portavoz Rita Maestre, yo ahora voy todos
los domingos a los jesuitas de La Ventilla. Un barrio mucho menos hipster que el ambiente universitario de
los setenta, pero con tantas cosas que hacer… seguro que le gustaría.
Por último permítame un
consejo y un tirón de orejas, que el respeto no excluye la discrepancia. El
consejo, que no se deje manipular por la banda de jenízaros, agresivos o
violentos que integran algunos -no todos- de sus concejales. Y el tirón de
orejas, para que siempre recuerde que los políticos no son nadie para
discriminar de una carroza de Reyes a nadie por sus creencias. Que esa carroza
de Reyes es de y para los madrileños. Especialmente para los niños pero no
sólo. Que no tiene justificación alguna echarles de la cabalgata porque a usted
no le guste cómo educan en su colegio. Más todavía si esa forma de educar no
constituye delito alguno. Y aunque lo constituyera ¿Pidió usted el certificado
de penales de alguno de los participantes en todas y cada una de las cabalgatas
de Reyes de los veintiún distritos de Madrid?¿Me puede garantizar que en ellas
no salió ni un solo condenado por violación, ni un solo maltratador, ni un
pederasta? Pues lo dicho, Alcaldesa: que los políticos están para servir, para
administrar los dineros y para facilitar la vida de los ciudadanos. Para educar
ya están los padres, y los profesores están para enseñar. Cada uno a lo suyo.
Y yo prometo dejar ya la
cabalgata y al Ayuntamiento de Madrid, que creo que me estoy poniendo un poco
pesadito…
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro