A partir del año 1979, los
sucesivos gobiernos del UCD y PSOE, tuvieron que desarrollar el mandato
constitucional de vertebrar (o desvertebrar) España en comunidades autónomas. No
sé -aunque imagino que sí- si eso supuso para ellos un problema. No solo político
sino además filosófico, histórico y moral. En primer lugar, nuestros flamantes
padres constituyentes habían inventado una nueva forma de administración. Si hasta
entonces las unidades territoriales que integraban un estado, eran los estados
federados o las provincias, en 1978 surgieron, para asombro del mundo, las comunidades
autónomas, que no eran ni una cosa ni la otra sino todo lo contrario. De hecho,
a día de hoy no sabemos cuáles son los límites del poder territorial ni
político de una comunidad autónoma. Fue una obra maestra -nos decían- porque se
trataba de que los territorios “periféricos” se “sintieran cómodos” en España. Es
decir, por primera vez en la Historia del Derecho Constitucional Comparado, se
publicaba una constitución para contentar a aquéllos que no querían estar
integrados en esa constitución. Más aún: que se sepa en Geología, los
territorios no sienten nada. Pueden sentirlo sus habitantes, y desde luego en
el 79 los separatistas no eran ni el veinte por ciento de ninguna región
española. Se sorprenderían los más jóvenes. Bien, no parece mala idea en todo
caso, pero igual era mejor idea contentar a los que sí querían esa constitución.
Lo malo es que, a día de hoy, no sólo
los que había que integrar siguen sin “sentirse cómodos” en España, sino que
además han empezado a sentirse “incómodos” Galicia, Valencia, Asturias, Baleares…
Una obra maestra, vamos.
Pero claro, como para
integrar a los que no querían ser integrados había que buscar una
justificación, se recurrió -cómo no- a lo que sistemáticamente han recurrido
los nacionalistas en todo tiempo y lugar, a la Historia ¡Malhaya el que
descubrió que la Historia sirve para justificar cualquier atrocidad! Y Dios se
apiade de los que estudiamos Historia. En vista de que había que buscar una
justificación histórica al desmán, Castilla se dividió en dos partes “históricas”.
Es decir, se retorció lo que siempre había sido una división geográfica,
Castilla La Nueva y Castilla La Vieja divididas por el Sistema Central. Además,
se aplicó otra división geográfica con pretensiones históricas, desgajando una
parte más, para darle el nombre de una comarca vitivinícola: La Rioja, que
además ni ocupaba todo Logroño ni era exclusiva de Logroño. Una tercera parte
de Castilla alegó motivos geográficos, que alguien debió entender como “históricos”,
para crear una cuarta división: Cantabria. Santander se arrogaba la propiedad
de un mar que compartía con Galicia, Asturias y los territorios -cómo no,
históricos- vascos. Algún motivo “histórico” habrá, pero a mí se me escapa. Por el Sur, un nuevo atropello geográfico-histórico
se cometió para convencer al mundo de que, cuando los pastores de La Mesta
recorrían Castilla para “ir a extremos”, lo hacían para salirse del Reino e ir
otro reino distinto, llamado Extremadura. Lo malo es que eso, aparte de
insostenible, es una soberana estupidez.
No quiero extenderme con
cuestiones también sorprendentes como la existencia del Reino de Murcia o su
duración, al que por cierto perteneció Albacete; o el trato de igual a igual de
León con los restos que quedaron de Castilla. Puedo además aportar datos tan
sorprendentes como la existencia de una pintada en Segovia, junto al Polígono
Industrial El Cerro que dice “Castilla no es España”. Y se debió quedar tan a
gusto, el patán. Pues claro que Castilla no es España, animal. Ni Galicia ni
Cataluña ni Aragón… lo son todas ellas juntas y alguna más. Independientemente
de lo que a ti te parezca o lo que tú “sientas”. Tu mano derecha es tu mano derecha
con sus cinco dedos. Y si le cortas tres dedos -a poder ser, que uno de ellos
sea el de usar el spray- seguirá siendo tu mano derecha, pero estará incompleta.
Tu dedo índice solo, no es tu mano, por supuesto; pero ni tu mano es tu mano
sin él, ni por supuesto tu dedo es nada sin tu mano. No sé si lo entenderás…
Si los ponentes
constitucionales, tan sabios ellos, hubiesen comprendido que la pertenencia a
un territorio u otro, no ha supuesto jamás base filosófica para ninguna teoría
política, otro gallo nos habría cantado. Si hubiesen sabido de verdad Historia,
habrían comprendido que la tolerancia con el nacionalismo solo ha traído
guerras, entre ellas dos de escala mundial. Si además hubieran sabido que todo
nacionalismo es expansionista y violento, igual ahora también tendríamos
problemas. Pero serían los mismos problemas que tienen los países civilizados. Los
problemas normales de la gente normal. No esto…
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro