sábado, 3 de octubre de 2015

El tonto de la bicicleta

Todavía recuerdo con cierta nostalgia los años en que en El Tiro, la bicicleta era una parte integrante de cualquier niño. Como lo eran el pantalón vaquero, las costras en las rodillas o los puntos de sutura en la cabeza. Eran años en los que se podía montar en bicicleta por todo El Tiro, entre otras cosas porque los mayores, o estaban sentados en una mesa de mus en la cafetería o, como mucho, estaban dentro de alguna pista de tenis. Lo demás era zona franca y las normas la poníamos los niños. Montábamos además en los terraplenes, en La Tumba del Gigante y hasta nos íbamos en bicicleta a Las Peñitas. Recuerdo una excursión que hicimos a Las Calderas… con la bicicleta de Álvaro Sartorius incluida. Doy fe de que no se bajó de la bici hasta que llegamos al río. Quien haya subido esa cuesta andando, puede imaginar lo que es subirla en bicicleta. El caso es que al Tiro se bajaba y se subía en bicicleta, y no había otra opción distinta de transporte.

Sería absurdo decir que entonces éramos ejemplares ciudadanos y conductores responsables. Conducir sin manos, cruzar la carretera sin mirar, tirarnos desde las rocas, atravesar el río o circular por ambos carriles como el pelotón de La Vuelta, eran normas regulares de conducta. Aunque también es verdad que si nos rompíamos la cabeza, no íbamos a nuestros padres para que denunciaran al que puso el asfalto. Más bien al contrario, había que tapar la brecha con el pelo para que no la vieran y no te llamasen zopenco.

Pues toda esta nostálgica introducción, viene a cuento de la infernal moda traída a Madrid por nuestros ecológicos, juveniles y solidarios políticos. No por los actuales, que el “descubrimiento” de la bicicleta es obra del anterior equipo, o puede que del anterior. Y es que claro, sale uno de turismo por el mundo y se encuentra una bucólica Amsterdam, una romántica París, una elegante Londres e incluso una primaveral Sevilla, una animada Valencia o una amable Barcelona, donde la gente se desplaza de un lugar a otro en bicicleta. “¡Anda, demonios!” -debió pensar el avispado asesor- “¿Y por qué no hemos de tener nosotros esto en Madrid, con lo modernos que somos?” El resto, debió ser llegar a Madrid y reunirse con la Alcaldesa… Lástima que nadie advirtiese a los descubridores de oportunidades, que las ciudades anteriormente citadas, por su ubicación, son completamente planas, mientras que Madrid se encuentra en la estribaciones de la Sierra de Guadarrama… Por eso en ellas había bicicletas y en Madrid no.

El caso es que, a pesar de la falta de costumbre, mi querido Madrid se ha llenado de entusiastas ciclistas… que nunca antes habían circulado en bici por Madrid. Con el añadido  de que circulan entre un tráfico rodado, cuyos conductores no están acostumbrados a sortear ciclistas listillos. Porque claro, listillos es en lo que se convierten. Sales de casa con el carro de la compra y ¡zas!, el tonto de la bicicleta por la acera sorteando gente para no tener que esperar el semáforo; tomas con el coche una calle de una sola dirección y ¡zas! el tonto de la bicicleta de frente; abres la puerta del coche para bajarte y ¡zas! la tonta de la bicicleta contra tu puerta; semáforo verde para los peatones y ¡zas! la tonta de la bicicleta que se lanza contra los peatones para subirse a la acera… Si a eso le añadimos la extraña norma de que para circular en moto es obligatorio llevar casco y haber demostrado que se conocen las normas de circulación, y para circular en bicicleta no, el resultado es el previsible. Sinceramente espero equivocarme, pero creo que en poco tiempo vamos a empezar a ver las consecuencias de tan moderna, ecológica y jovial ocurrencia.

Nadie me mande fusilar ni me convoque juicio sumarísimo: Que ni he dicho que todos los que montan en bici por Madrid sean tontos; ni he insinuado que a todos los tontos les de por montar en bici por Madrid...


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro