Parece que hay una costumbre
entre nuestros jóvenes -y no tan jóvenes- profesionales urbanos, no muy
generalizada afortunadamente, que se resume en una aterradora frase: “Yo, los domingos
no me afeito”. O los sábados o los fines de semana o los festivos… que tanto
da. Y lo peor es la frase justificativa que suele venir a continuación: “porque
no salgo de casa”, “porque es un coñazo…”,
“porque estoy solo” o incluso “para dejar descansar la barba”. Y no es esta
última una mala excusa, que parece que si dejas “descansar” la barba, el lunes
cuando te afeites (por obligación, claro) tu barba será muchísimo más condescendiente
contigo, se dejará afeitar mansamente e incluso te hará unas agradables
cosquillas mañaneras. Claro, es que una barba bien descansada, parece que no,
pero es mucho más amigable. La cuestión es que no se ha descrito en la
literatura dermatológica, ni aún en la médica, un solo caso de fatiga barbera, de barba fatigada ni de agotamiento
barbal. Es más, sospecho que la mayor fatiga para una barba debe ser el
mismo hecho de crecer, pero bueno, no seré yo quien discuta un asunto tan cargado
de matices.
Para lo que sí me sirve tan
brillante, higiénica y estética idea, es para proponer un cuadrante, a modo de
agenda semanal, en el que al menos un día a la semana dejemos descansar una
parte de nuestro sufrido cuerpo. De esta manera, le regeneración de nuestra
piel, nuestro pelo y todos nuestros flujos corporales se verá enormemente
favorecida a través del descanso. Así tomando como punto de partida, por
tradicional e instituido, el domingo sin afeitarme, podríamos seguir el
siguiente itinerario a lo largo de la semana:
El lunes, no me lavo los
dientes. Parece que no, pero dando un día de descanso semanal al esmalte
dental, se puede prolongar su vida más allá incluso de nuestra propia vida. Aunque no es previsible que en el más allá vayamos a usar los dientes, parece que sería un detalle de
cortesía con los posibles arqueólogos, antropólogos y demás aficionados a molestar a los muertos, que en su día pudieran venir a estudiarnos.
El martes, dejo descansar
los pies. Después de todo la fatiga de los pies puede resultar nociva para la
comodidad del calzado. Y en el fondo, un buen par de calcetines remedia toda reacción
desagradable que tus pies puedan tener, como consecuencia de tu generosa oferta
de descanso semanal.
El miércoles, queda
declarado Día Semanal del Descanso Axilar o Día sin Desodorante. Nada como un
buen descanso axilar para regenerar bífidus, lactovacilos, casei-inmunitas y
demás sustancias absolutamente necesarias para un desarrollo acorde con la
Madre Naturaleza. O con la Pacha Mama, que también hay que ser indigenistas.
El jueves le toca descanso a
mi pelo, día sin peines, que el pobre lleva cincuenta y dos años de mal trato
diario. Con razón se ha sublevado y la deserción es cada vez más evidente. De
hecho, se está haciendo masiva y eso es debido a mi falta de cuidado con su
descanso. Prometo que a partir de ahora, con el descanso semanal, luciré una
melena que en nada ha de envidiar a la de Jacobo Fitz James Stuart ni a la de
Javier Nart.
Los viernes serán día de
asueto para mis oídos. Por fin, un día a la semana se verán libres de toda
agresión externa y podrán descansar.
Y los sábados… directamente,
no me ducho. Parece de justicia que, si a lo largo de la semana he ido dando un
día de asueto a cada una de las distintas partes de mi cuerpo, el sábado sea
festivo para todo el resto ¿no? Pues eso, que viva el descanso corporal…
Gonzalo Rodríguez-Jurado
Saro