No hace más de cuarenta y
ocho horas, un presunto desequilibrado -tampoco se puede llamar locos a los
locos- se ha estrellado con su coche, cargado con dos bombonas de butano,
contra la sede del Partido Popular. Este atentado, que por no haber tenido afortunadamente
excesivas consecuencias, no va a pasar de la anécdota, sí ha puesto de
manifiesto en cambio una situación, en mi opinión muy preocupante. La primera
cuestión es ¿Qué hubiera ocurrido si el atentado, en lugar de ser contra la
sede del Partido Popular hubiera sido contra una sede de Podemos, de Izquierda
Unida, de Amaiur o de Esquerra Republicana? ¿Estaríamos haciendo los mismos
chistes, gracietas y envíos de caricaturas por el teléfono móvil? Respóndase
cada uno lo que estime más creíble.
Esto por una parte, pero lo
que realmente me parece mucho más preocupante es la “justificación” que mucha
gente encuentra en lo que en mi opinión es un atentado terrorista, tan
deleznable y asqueroso como cualquier otro atentado terrorista. Primero resulta
que era un empresario al que “habían” arruinado. Por supuesto no se había
arruinado él, claro. Después, era un pobre trabajador al que “habían” despedido.
Y finalmente no era más que un “desequilibrado”. En todos los casos, tenía una “justificación”.
Es decir, como le “habían” hecho algo, se entiende que cogiera un coche y lo
estrellara contra un edificio que, de haber deflagrado el butano, se habría
venido abajo total o parcialmente. Y se hubiera venido abajo con gente dentro,
con el transeúnte que hubiera pasado en ese momento con su bebé en brazos para
llevarlo a la guardería o con el de la furgoneta de reparto que pasara por la
calle. La segunda pregunta es ¿Cuál es la gracia?
Y es que en mi opinión -creo
que ya lo he mencionado alguna vez anterior en Tiroleses-, hay una diferencia
fundamental entre los países de origen luterano o calvinista, donde la
democracia ha encontrado su acomodo natural en el concepto de responsabilidad
individual; y los países de origen católico, donde la democracia naturalmente
también está asentada, pero no solo adolece
de ese concepto básico de responsabilidad individual frente al fatalismo de “las
cosas son así”, sino que además tienen una fijación bastante incompatible con
la responsabilidad individual, que es la de la culpa. Este último concepto,
paradójicamente compartido con la izquierda política. Por supuesto y como digo
siempre, las generalizaciones son necesariamente injustas y todas tienen
honrosísimas -o no- excepciones. Pero en todo caso, obsérvese que un germánico
o un anglosajón medio, ante un problema buscan una solución; mientras que un
español, portugués, italiano o griego, ante un problema buscan un culpable. Parece
que no, pero teniendo un culpable, la cosa se hace mucho más llevadera. Y la
solución ya vendrá si tiene que venir. De fuera, por supuesto.
Pues bien, es en ese ámbito
en mi opinión en el que se ha gestado una especie de inquina por “los políticos”,
especialmente si son del PP o del PSOE. Por TODOS los políticos del PP y del PSOE, dando por sentadas tres cosas: la primera, que son todos iguales y que ellos
tienen la culpa de todos los males que nos aquejan; la segunda, que el resto de
los políticos son almas cándidas que necesariamente vendrán a redimirnos cuando
nos demos cuenta de lo que nos conviene; y la tercera, consecuencia de las dos
anteriores, que tanto unos como otros -los del PP y los del PSOE- se merecen
todas y cada una de las desgracias que puedan ocurrirles. Da igual que sea en
su carrera política, en su economía o en su vida privada. Incluido que les
disparen por la calle, que les metan una bomba en su casa o en su despacho o
que les saquen de la carretera cuando viajan con su mujer y sus hijos. Después
de todo, la Providencia hace justicia a la larga.
Por supuesto, vender una
vivienda protegida o una plaza de garaje municipal en contrato privado,
alquilar una plaza de aparcamiento para minusválidos, empadronar al niño en casa
de los abuelos para elegir el colegio, o declarar pérdidas en el negocio para
que me devuelvan en la declaración de IRPF, no es corrupción ¿Cómo va a serlo
si lo hace todo el mundo? “Más tonto serías tú si no lo hicieras”…
Gonzalo
Rodríguez-Jurado Saro