martes, 28 de octubre de 2014

Las bimbailolas y los bimbailolos

Vaya por delante mi más absoluto respeto a cualquier marca comercial que honradamente venda su producto para ganar dinero. Si además ese producto tiene que ver con la moda, bastante tiene el empresario con acertar con los gustos del público. En el caso que nos ocupa, parece que su poco original imagen de marca, copiada de la vieja industria Papelera del Leizarán que yo pintaba de niño en los folios que me dejaba mi abuela, ha arrasado entre un amplio sector de población. Sobre todo femenino, aunque no tengo ni idea de si esta marca tiene una línea de moda masculina. Me refiero a los folios Galgo Parchemin, cuyo logo era este galgo corriendo, exactamente igual que el de la marca comercial que nos ocupa. A lo mejor es la misma empresa, no tengo ni idea.

                                                      
                                      
El caso es que la susodicha marca ha conseguido uniformar el uso de complementos de toda una generación. De una generación que, por otra parte, necesita sentirse uniforme y uniformada en todo lo que hace. Salvo muy honrosas excepciones, claro está. Tan uniformada y tan uniforme como que usos, costumbres, vicios y virtudes son del todo previsibles entre sus miembros.

El primer rasgo común, tanto de las bimbailolas como de los bimbailolos, es su obsesión por la imagen. Todo lo que no puede ser representado en tu féisbu, en tu teléfono móvil o en tu guasap, sencillamente no existe. Y ante el pavor de dejar de existir, ahí están ellos haciéndose autorretratos de forma compulsiva para colgarlos hasta del árbol de Navidad, si hace falta. En todo caso, autorretrato es una palabra muy complicada de pronunciar, por lo que ellos se hacen “selfis”. La segunda y aterradora característica de los bimbailolos es la aceptación acrítica del statu quo: las cosas son así porque así deben ser y tratar de cambiarlas es complicarse la vida innecesariamente. Es mucho más útil remar a favor de corriente y desde luego aumentan exponencialmente tus posibilidades de llegar a donde quieres llegar, que es a los primeros puestos de la sociedad. Ellos además son “solidarios” con los que peor lo pasan, aunque no sepan ni les interese lo más mínimo por qué lo están pasando tan mal. Sencillamente, se busca un desgraciado a quien ayudar. No tienen el más mínimo problema en pasarse la mitad del verano ayudando a los pobres desgraciados hambrientos de un poblado en Costa de Marfil, pero si les explicas que Costa de Marfil es país inmensamente rico al que Francia no deja exportar sus diamantes, te miran como si estuvieras loco y quisieras cambiar lo que no debe ser cambiado.


La cuarta característica común del bimbailolismo es que ellos son ecológicos. Aman la Naturaleza, aman a los animales y disfrutan como nadie de ellos. Es más, tratan a su perro mejor que a muchas personas y son capaces de levantarse a las cuatro de la mañana para llevarlo a urgencias veterinarias. Cosa que no siempre harían con su abuela, por cierto. Sin embargo, si alguien quiere de verdad saber hasta qué punto son ecológicos, no tiene nada más que pasarse cualquier viernes por la tarde por el campus de cualquier universidad española. El aspecto de pocilga infame en que han quedado todas las zonas verdes, después del ecológico y juvenil botellón del viernes, le dará una idea aproximada de lo que hablo. Pero da igual, porque es exigible que “alguien” venga a limpiar. Para eso pagamos ¿no? Y de hecho, siempre viene alguien a limpiar.


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La Complutense después del botellón

Si alguien de verdad sigue pensando que lo único que hemos hecho es darles una vida mejor que la que nosotros tuvimos, que piense que esta es la primera generación, en decenas de años en la Historia de España, que va a vivir mucho peor de lo que lo hicieron sus padres. Esos mismos padres que se han volcado en que no les falte de nada… aunque no se lo hayan ganado.


Gonzalo Rodríguez-Jurado

miércoles, 1 de octubre de 2014

Corrección política

Aunque no podamos quejarnos de la proyección exterior, ni del volumen de turismo que reciben La Granja y Valsaín, me da la impresión de que no se hace todo lo posible en este capítulo. Y llevaba semanas con el run-run, pensando en qué fallamos, hasta que esta misma noche se me ha encendido una luz, me han inspirado las musas y me ha hablado un arcángel: Señores, somos políticamente impresentables. Tanto en el callejero como en la toponimia, los nombres de La Granja y Valsaín son, no políticamente incorrectos, sino lo más apropiado para expulsar a cualquier visitante con mediana sensibilidad política o social. Indignos de recibir en nuestras calles a cualquier ciudadano medianamente global ¿Cómo vamos a proyectar “nuestra querida Granja” hacia el mundo con estos nombres?

Propongo para incluir en su programa, a cualquiera de los partidos que se presenten a las próximas elecciones municipales, la siguiente reforma onomástica y toponímica:

La calle Lecheros, donde está La Panadería, pasaría a llamarse calle de Los Lecheros y Las Lecheras; la calle de Los Donantes, en la urbanización San Luis, debería pasar a llamarse calle de Los y Las Donantes. En la misma línea, las calles Infantes y Embajadores pasarían a llamarse calle de Los Infantes y Las Infantas y calle de Los Embajadores y Las Embajadoras respectivamente. Asimismo, las calles del Rey y de la Reina, deberían llamarse cada una de ellas calle del Rey y La Reina y calle de La Reina y El Rey. En cuanto a La Valenciana, propongo el nombre mucho más correcto de calle de la Ciudadana y el Ciudadano de la Comunidad Autónoma de Valencia. Por su parte, la plaza del Matadero, deberá indefectiblemente pasar a llamarse calle de la Factoría Industrial para la Transformación Alimentaria de Animales o plaza FITA, por sus iniciales. Propongo además que desde El Tiro aportemos nuestro granito de arena, repudiando tan bélico, cinegético y violento nombre y cambiándolo por el mucho más presentable nombre del Impacto: Club de Campo El Impacto, no suena mal.

Esto en cuanto a los nombres de las calles ¿Pero qué me dicen de los nombres de los accidente geográficos que rodean La Granja? ¿Podemos de verdad presumir de tener un cerro llamado El Pollo Judío? ¿No sería muchísimo más presentable llamarle cerro de La Cría de Ave de Corral de Etnia Semita? Mucho mejor, dónde va a parar. Lo mismo que el cerro de Matabueyes. Así quién nos va a contar entre la gente civilizada. No se hable más, desde mañana cerro del Sacrificio Sin Dolor del Ganado Vacuno. Lo mismo que su gemelo y opuesto cerro del Puerco ¡Qué falta de sensibilidad, por Dios! ¿No parece un poquito más civilizado llamarle cerro de la Cabeza de Ganado Porcino? Pues eso es lo que yo creo. En cuanto a La Cruz de La Gallega, propongo dejar de ofender a aquéllos ciudadanos que, bien no son creyentes o bien profesan una religión distinta a la cristiana, tan respetables cualquiera de ellas como esta última. Así, podríamos empezar a llamarle el Símbolo Religioso de la Ciudadana Originaria de una Comunidad Autónoma del Noroeste del Estado. Todo menos que nuestros visitantes puedan sentirse ofendidos o menospreciados. Y por último, y en esto sí que voy a ser intransigente, tolerancia cero, quedará definitivamente abolida la humillante denominación de La Mujer Muerta. En lo sucesivo, La Víctima de la Violencia de Género. He dicho. Y que me siga quien quiera..


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro