martes, 26 de agosto de 2014

Lenguaje, Lengua, lenguaraces y malas lenguas... (2)

Y por seguir desenmascarando a los terroristas verbales, a estos igualadores de garrotazo y tente tieso, infiltrados en la prensa escrita o radiofónica, en la literatura y en casi todos los ámbitos de la sociedad, debemos hablar del género. Que no es masculino o femenino como nos intentan hacer creer estos talibanes, no. Eso es el sexo, que no tiene nada que ver. Es más: sexos, por mucho que se empeñen, hay solo dos: masculino y femenino. Lo demás serán términos medios pero no “otros” sexos. Mientras que géneros, si nadie me dice otra cosa, hay al menos seis:

El masculino, que sirve para designar generalmente a personas y animales de sexo masculino y algunos objetos. Las palabras masculinas suelen terminar en o, aunque también pueden hacerlo en a (el sátrapa) o en e. Suelen ser masculinos en general  los accidentes geográficos: el Eresma, el Tajo, el Teide, el Atlántico, etc; los fenómenos meteorológicos, como huracanes y tormentas tropicales, como por ejemplo el Katrina; los meses y los días de la semana: ha sido un febrero muy frío, el imprevisible mayo; los vientos, menos la tramontana; las notas musicales: el do, el fa… Los aumentativos que terminan en -on aplicados a cosas, aunque deriven de palabra femenina: el faenón, el notición; las revistas (en España): el ¡Hola!, el Semana, el Blanco y Negro; los nombres de los puntos cardinales: el norte, el sur, el este, el oeste, el ocaso o el poniente; y los números: el tres, el cinco, el 93.

El femenino sirve por el contrario para designar personas y animales de sexo femenino así como otro tipo de objetos distintos de los anteriores. Igualmente son de género femenino las palabras terminadas en a, aunque también las hay terminadas en o o en e. Son además de género femenino las letras: la hache, la e, etc.

El neutro, que sirve para designar indistintamente personas o animales de ambos sexos, así como objetos de ambos géneros. Aunque en forma no difiere del masculino se aplica en los artículos (lo), los pronombres personales en tercera persona del singular (ello, lo), los demostrativos (esto, eso, aquello), algunos pronombres indefinidos (algo, nada) y los adverbios cuantificadores (cuanto, cuánto, tanto)

El común: se usa, bien para los nombres de personas que tienen una sola terminación y diferente artículo: el pianista o la pianista, el testigo o la testigo; o bien para los participios activos de los tiempos verbales: el estudiante o la estudiante; el compareciente o la compareciente, el representante o la representante… Claro que, como los ayatolahs han llegado también a la Real Academia Española de la Lengua, ahora tenemos presidentas. Pero este es otro asunto.

El epiceno es un género específico para las especies animales. Y es que por mucho que nos quieran hacer tragar, es un disparate hablar del jirafo y la jirafa, del cucaracho y la cucaracha o del jilguero y la jilguera. En realidad, es un disparate tan grande como hablar de compañeros y compañeras, alumnos y alumnas o ciudadanos y ciudadanas. Aunque mucho menor que hablar de compañer@s, alumn@s y ciudadan@s. Desde luego, siempre puede ser peor, cómo no.

Por último el género ambiguo es el que tienen aquellas palabras que admiten indistintamente el artículo masculino o el femenino: el mar y la mar, el calor y la calor, etc.


Así que ya lo sabe usted: cuando en la próxima reunión del colegio de sus hijos le digan eso de que: “en este colegio tratamos de aplicar razonablemente la ideología de género”, levante usted la mano y pregunte que de cuál de los seis géneros. Es posible que su hijo no vuelva a aprobar ni recreo, pero a lo mejor debe usted plantearse llevarle a un colegio donde le enseñen Lengua española. No por nada, pero es que saber hablar la segunda o tercera lengua más extendida en el mundo puede resultar útil para su formación.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 20 de agosto de 2014

Lenguaje, Lengua, lenguaraces y malas lenguas...

Dice uno de esos chistes y monigotes que circulan de teléfonos móviles a correos electrónicos y viceversa, que “aquellos que escriben haber en lugar de a ver, deberían ser juzgados por el Tribunal de La Haiga”. Y no le falta razón al anónimo indignado que ya está bien de pegarle patadas al diccionario, oiga. Parece ser que aquí, para que a uno se lo tomen en serio tiene que hablar, escribir y no diré leer porque eso es de mal gusto, como en el sindicato al que quiera pertenecer se le indique.

 Así, si una quiere pertenecer al creativo mundo de la pasarela deberá llamar casting a las pruebas que al efecto le hagan, look a su aspecto y book a su álbum de presentación. Sin embargo si alguien quiere ser tenido en cuenta en el ámbito de la administración pública, cuando se refiera a la señalización de las calles o al balizamiento de las carreteras deberá remarcar mucho el interés que para su persona despierta la señalética. Y es que es lógico, no es posible una buena gestión del dinero público sin una buena señalética. Está en todos los tratados de Derecho Administrativo. Y es que aquí no se le libra nadie del Rey abajo, que si tú perteneces a alguna familia real, antes podías ser príncipe, princesa, infanta o gran duquesa. Ahora no, ahora eres simplemente royal. Claro que con los ”royales” que hay, a muchos les valdría más no ser nada. Pero no hay que desesperarse. Y digo del Rey abajo por no mentar a Alguien que está más arriba, que hasta las Virtudes Teologales hay que cambiarlas para usar un lenguaje políticamente correcto. Si estas antes eran Fe, Esperanza y Caridad, ahora son Fe, Esperanza y Solidaridad. Y no se me queje nadie, que son los propios sacerdotes los que han “renegado” de la Caridad y ahora predican la “solidaridad” desde el púlpito. Niéguemelo quien pueda hacerlo, pero este (mal) católico hace varios años que no escucha la palabra Caridad en misa. Y como uno además de católico es tocagüevos, me voy al Diccionario de la RAE y busco el término solidaridad:
1. f. Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros.
2. f. Der. Modo de derecho u obligación in sólidum.

Pues sigo son ver qué tiene que ver con la Caridad pero bueno, doctores tiene la Iglesia, amigo Sancho.

En fin, sigamos poniéndonos al día en el proceloso mundo del Léxico Para Iletrados: los autorretratos de toda la vida, ahora se llaman selfies ¿Alguien podría convencer a Alberto Durero o a Francisco de Goya de que lo que en realidad se hicieron fue un selfie? ¿Puede alguien negar rotundamente que el primer selfie de la historia es Las Meninas de don Diego Velázquez? Pues ahí no queda la cosa, que si usted hace lo que toda la vida se ha llamado agarrarse un gripazo, no tendrá manera de justificarse ante sus jefes. Ni mucho menos ante el departamento de nóminas, por lo que le será descontada la semana de su sueldo. Ya se sabe, la gripe se quita en una semana con antibióticos o en siete días sin antibióticos. En cambio si usted alega que tiene un proceso gripal sus expectativas mejorarán notablemente. Al menos sus expectativas de cobrar la nómina a fin de mes.

Claro que para ser optimistas podemos decir que este neo Lenguaje tiene algunas virtudes. Por ejemplo, su capacidad de síntesis. Va usted al psicólogo del colegio de su hijo, ese que tan barato le sale todos los meses, y le explica que a su hijo lo que le pasa es que no se entera de nada en clase ni en casa, que está como ausente y que solamente le interesa lo que ve en la televisión, frente a la cual se queda con cara de atontado y con la boca abierta. Le expone además que el pobre chico es incapaz de resumir lo que acaba de leer y que, en definitiva, no atiende a nada ni a nadie. Entonces el profesional le explica a usted que lo que el chico tiene es déficit de atención. Es decir, exactamente lo que usted le ha contado pero sintetizado en tres palabras. No me dirán que no es admirable. Aunque no es menor su capacidad de síntesis cuando usted le dice a ese mismo profesional que lo que le pasa al niño es que no para quieto, que es un rabo de lagartija y que no hay forma de que se siente a estudiar. A veces incluso dan ganas de cogerle por el cuello y apretar hasta que se quede quietecito. Hiperactivo. Entonces es hiperactivo: tres renglones resumidos en una sola palabra ¿para qué más?

Y pues de religión y niños hablamos, pidamos que nadie les quite a nuestros hijos el Lenguaje. Ese Lenguaje que tantos siglos ha tardado en formarse y que en tan pocos años estamos destruyendo. Que no tengan que reprochárnoslo.


Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro