jueves, 20 de diciembre de 2012

Lotería de Navidad

Veinte de diciembre y yo sin comprar un décimo de la lotería de Navidad. Hasta aquí nada nuevo, nunca compro. Normalmente lo he evitado en la medida que podía, intentando no llegar a resultar grosero con quien me la ofrecía; pero es que últimamente me da igual. No puedo más de la pregunta, entre desafiante y vengativa: “¿y si nos toca?” como diciendo “verás, nos va a tocar y tú te vas a morir de la rabia”. Aunque luego nunca les toca, claro. Porque ese y no otro es exactamente el motivo por el que compra lotería el noventa por ciento de los españoles, no por si me toca a mí sino por si le toca al de al lado; por si le toca al payaso de mi jefe, que es más tonto que donde los hacen,  y a mí no; o a la guarra de la secretaria del Director, que es más… que las mismísimas gallinas; o a las cotorras de las madres del colegio, que me dan una pereza que me matan, pero mira que si me han ofrecido lotería de la Asociación de Padres y va y les toca; o a ver si les va a tocar a todas las “maris” del mercado el número que tiene el pescadero y yo no puedo volver a aparecer por allí; o por la Biblioteca; o por el Centro de Salud…  Se llama envidia y es el pecado nacional. Paradójicamente, el que nos corrompe y el que nos hace crecer; el que dispara las ventas de las televisiones de plasma, de los BMW, de los todoterreno y de los viajes al Caribe; el que ha creado una burbuja, no solo inmobiliaria sino también de apariencias y de necesidades innecesarias y después la ha hecho estallar; el que, en definitiva, ha hecho meterse a miles de personas en unos créditos que ahora no pueden pagar y, en muchos casos, quieren que se los perdonen o que se los paguemos los demás. Por supuesto que hay casos sangrantes a los que hay que atender sin más remedio, pero a otros les recordaría yo cuando se reían de los que no pedíamos créditos para veranear.
Y siendo mala la envidia, no es lo peor que sea una de las motivaciones de la Lotería Nacional. Hay algo peor que la envidia, que es el mal gusto. Porque, vamos a ver, en la época de internet, de las comunicaciones transatlánticas en tiempo real y del guasap ¿qué necesidad hay de pasarse una mañana entera oyendo a unos pobres niños gritar, como los chotos cuando los apartan de sus madres? ¿Y de perder un solo minuto de los medios de comunicación, con lo que vale, en entrevistar a un friki vestido con una chaqueta y una chistera de dólares? Peor aún, ¿puede alguien explicarme qué necesidad hay de brindar con sidra y echársela por encima cuando te acaban de tocar millones o decenas de millones? Con lo indigesto que es y lo mal que sienta… Entiendo que haya quien justifique todo lo anterior por la ilusión que se genera en torno a los posibles premios y no lo critico. Es más, me parece perfecto e incluso me da envidia que alguien se pueda emocionar tanto por tener tan pocas posibilidades de cambiar su suerte. Yo mismo juego casi semanalmente a la Primitiva y a los Euromillones, pero sin tantos aspavientos y sin montar numerito alguno en la vía pública. Y, por supuesto, si me toca no se enterará nadie más que mi asesor fiscal y no beberé sidra en vaso de plástico. De esto es de lo único que estoy seguro.
Por lo demás, muchísima suerte a todo el que haya comprado Lotería de Navidad. Y si no que haya salud, que es lo que importa.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

martes, 18 de diciembre de 2012

Así se habla

Como todo el mundo sabe, resulta muy poco rentable nadar contra corriente o -dicho de manera más vulgar- mear contra el viento. Y sin embargo, eso es lo que tienes que hacer si quieres escribir y a la vez conservar cierta pulcritud en lo que al uso del lenguaje se refiere. No sólo en España, me temo, que también en otros países “de nuestro entorno” prima la dictadura de lo políticamente correcto sobre lo sencillamente correcto. A modo de ejemplo, acabo de mirar por encima tres o cuatro medios que se publican en internet y, en poco más de veinte minutos, he encontrado las siguientes expresiones que buenamente he intentado traducir. Por supuesto, pienso adoptarlas como propias a partir de ahora en Tiroleses; a mí no me dejan fuera…
-          “Garantizar la estabilidad presupuestaria”: recortar gastos
-          “Ajustar plantilla”: despedir
-          “Restaurador”: tabernero
-          “Rehacer tu vida”: irte con una jovencita (o jovencito)
-          “Maltratador”: chulo
-          “Conflicto”:  guerra
-           “Escenario de crisis”: guerra
-          “Misión de paz”: guerra
-          “Todos somos Amparito”: me importa un carajo Amparito
-          “Alcanzar parámetros de la media europea": No hay ni un euro para hacerlo
-          “Impulsar su estructura y sus competencias”: enchufarle un chorro de millones
-          “Piquete informativo”: banda de matones
-          “Proceso de debate”: sálvese quien pueda
-          “Abrir el partido a la sociedad”: colocar al cuñado
-           “Debate interno”: equilibrio de fuerzas
-          “Radiante”: retocada, maquillada o recién operada
-          “Volcada en su profesión”: no consigue salir en ningún medio
-          “Natural, desenfadada”: de trapito, hecha un pingo
-          “Lencería sensual”: picardías
-          “Nueva línea”: justo lo contrario de lo que hemos hecho hasta ahora
-          “Solidario con los que más lo necesitan”: reportaje entre niños muertos de hambre
-          “Fundación”: tapadera
-          “Premio anual”: reparto de dinero negro
-          “Complicidad”: toqueteo
-          “Celebrities”: vagos, maleantes, desahogados…
-          “Estrés presupuestario”: falta de liquidez
-          “Activos tóxicos”: estampitas
-          “Desvío del déficit”: Seguimos gastando más de lo que ingresamos
-          “Dificultades de orden táctico”: el jefe es un inútil
-          “Falta de actitud”: tocarse las… narices
-          “Ausencia de recursos”: inutilidad
-          “Carencias técnicas”: inutilidad
-          “Resultados adversos”: perder dinero
-          “Ataques desproporcionados e injustos”: quejas
-          “Clima enrarecido”: puñaladas traperas
-          “Estrategia de comunicación”: omertá, ley del silencio
-          “No invita al optimismo”: tiene muy mala pinta

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Comprar El Tiro


Supuestamente y para no defraudar a “ese público que tanto me quiere y al que tanto debo”, hoy debería dedicar este artículo, de manera íntegra, a cantar las -merecidas- alabanzas de lo que ocurrió el pasado sábado en El Tiro. Pero, qué le vamos a hacer, anarquista nací y anarquista moriré, como ya he dicho en alguna otra ocasión. Y si bien la decisión tomada por abrumadora mayoría en la asamblea extraordinaria era la que yo había defendido unos días antes en este mismo blog, renuncio públicamente al triunfalismo, al “semos los mejores” y al “¡¡españia, españia, españia…!!” Me niego a ser como las tontas que salen de la peluquería recién teñidas, se ven reflejadas en un escaparate y piensan para sí mismas: “Ya soy rubia. Ya estoy buena”.

Hemos elegido un camino, el más difícil, y ahora hay que andarlo. Y aunque andar caminos siempre es mejor que quedarse en las cunetas, también desgasta las suelas, hace ampollas en los pies y puede resultar muy cansado. Sobre todo, según a quién se lleve de compañero de viaje, que para pasar penurias no vale cualquiera y esta caminata se presenta de las de pan llevar. Por eso, a partir de ahora no valen los desmayos, los titubeos ni  el “ya te lo decía yo”, que quedan horas duras por delante. Principalmente para los que se han “echao pa´lante” a la hora de negociar con bancos, instituciones y demás gente de dudosa caridad cristiana. Ahora toca apoyarles, cómo no. Pero también,  reconocer su mérito a todos cuántos de manera leal y desinteresada han expuesto sus dudas, su reticencia y hasta su oposición al proyecto. Faltaría más. Otra cosa distinta son los que no han participado, no han opinado y ni siquiera han aparecido por la junta, pero al día siguiente ya sabían que nos habíamos equivocado estrepitosamente en el precio, en la forma de financiación y hasta en la fecha de la junta extraordinaria. También los he sufrido. Qué se le va a hacer, tiene que haber de todo.

De todas formas y  por si alguien no lo ha leído antes, no lo ha entendido o necesita volver a leerlo, declaro solemnemente en este acto que ni escribo ni he escrito nunca en nombre de nadie. Las opiniones que publico en Tiroleses son libres y abiertas a todos, y antes me moriría de vergüenza que revisarlas, censurarlas o cambiarles una sola coma. Cualquiera que haya escrito alguna réplica o comentario puede confirmarlo. Y así va a seguir siendo, naturalmente. Antes morir que perder la vida.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

martes, 20 de noviembre de 2012

Entendidos en todo II

Decía en la primera parte de este artículo, que son cada vez más los sectores donde se han desplegado los entendidos. Y no solo en lo que al buen beber y al buen yantar se refiere, que también han surgido entendidos en las más dispares actividades de la vida.
Por ejemplo, en los deportes. Y esto lo escribe uno que jugaba al golf en el año 74 más o menos. Todo empezó a raíz de que se hiciera, siendo presidente Jaime Castillo creo, el campo de golf del Tiro. Y después de que Joseph Pickers le pegara fuego para buscar una bola que se le había quedado en una zarza. Aquí empecé a correr con un palo detrás de una bola en compañía de jugadores tan dispares hoy día como íntimos amigos de entonces, como eran Luis Lucio, Juan Rózpide, Tono Irisarri o Juan Galbis. Después vendrían las clases de golf en Puerta de Hierro, los sábados a las diez de la mañana;  los partidos interminables con Juan Rózpide y su padre en aquel mismo campo; o las decenas de tardes en que falté al instituto para ir allí mismo a jugar con Ramón Estalella. Y en esto llegó Severiano Ballesteros, ganó todo lo ganable y aquello fue el acabose: empezaron a surgir entendidos como las setas en periódicos, radios y televisiones. Recuerdo que me sorprendí la primera vez que escuché a José María García hablando de golf, como si lo estuviera haciendo de fútbol: que si los directivos, que si los contratos, la comisión de la Federación… definitivamente, aquello estaba empezando a dejar de ser el deporte al que yo me había aficionado. Colgué mi vieja bolsa de palos, heredada del tío de un tío mío, el día que vi una fotografía de Javier Clemente jugando al golf en chándal. Llámeme lo que quiera llamarme quien quiera llamármelo; pero lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible.
Algo parecido me ocurrió con la Fórmula 1. Modestamente, he ido a las carreras de Fórmula 1 en El Jarama en pantalón corto. Con mi padre portando colgados unos prismáticos del tamaño del Faro de Alejandría y mis hermanos mayores recitando de corrido la parrilla de salida. Allí he visto dar, como presidente de la Federación, la salida y el banderazo de llegada a Felipe Villapadierna, tercer conde Villapadierna y un auténtico dandy de los de antes: de los que vivió su vida y mermó su fortuna entre coches, caballos, señoras… y menos señoras. Allí vi también correr al legendario Jackie Stewart, Sir John Young Stewart, siempre con su característico casco rodeado por una banda de su clan escocés. O al inolvidable belga Jackie Ickx. Allí supe de las hazañas, venturas y desventuras de nuestros gloriosos corredores españoles: el catalán de Barcelona Álex Soler-Roig y el heredero al trono de Georgia y entonces español de adopción Jorge de Bagration. Más tarde vendría el también Sir Nigel Ernest James Mansell, Nigel  Mansell. No sé si eran entendidos, pero lo que sí sé es que eran todos señores; y que no siempre corrían por dinero sino más bien al contrario, a muchos les costaba dinero su afición. Entonces no se veía una mala jugada, ni estaba regulado hasta el número de revoluciones al que había que llegar para cambiar de marcha, ni falta que hacía. Salían los coches y el primero que terminaba las vueltas que había que dar, ganaba. Punto. Ni dependían del horario de emisión en Qatar ni había ecclestones ni alejandroagagues ni misa por los santos difuntos. Y así fue durante mucho tiempo, hasta que llegó Fernando Alonso. Con muchísimo mérito, cómo no decirlo, pero también con un estilo, digamos, diferente: con gritos de rabia en el podio cuando ganó su primer gran premio, con gafas de sol delante de las cámaras… en fin, de otra manera. Y paradójicamente, fue esto lo que hizo prender la afición por el motor en España. No por el motor, seamos precisos, por el ídolo. Y es que, de toda la masa de neo aficionados a la Fórmula 1 que han surgido en estos años, muy pocos se han enterado de que a este deporte se juega por equipos, no por jugadores como en el tenis. Me explico: cuando Fernando Alonso corría McLaren, toda España era de McLaren menos yo, que era de Ferrari; cuando era de Renault, todo el mundo iba con Renault menos yo que iba con Ferrari; y ahora que Fernando Alonso corre en Ferrari yo he perdido completamente la afición. Y es que, es como si hubiera alguien tan “entendido” en fútbol que fuese cambiando de equipo a medida que lo hiciera “su” jugador ¿Raúl, por ejemplo? No tengo ni idea, pero me interesa poco el tema…

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

viernes, 16 de noviembre de 2012

Una buena oportunidad

Resultaría pretencioso por mi parte -y poco creíble para los que me conozcan- que me pusiera yo en este momento a dar ninguna lección de economía. Ni de economía, ni de contabilidad ni mucho menos de la rentabilidad de una inversión. Vamos, que cuando leo que algunos directores de sucursal desalmados han estafado con las preferentes a pobres pensionistas e inversores de buena fe, doy gracias al Cielo por no tener dinero. Porque, si malo es que se queden con tu dinero, peor sería que se quedasen con mi dinero y encima se supiera que lo he perdido por incauto y por confiado… a mi edad. Pero vamos, que como no es el caso afortunadamente, me voy a ahorrar tres tragos bastante desagradables que serían hablar de mí, de mi dinero y de mi buena fe.
Pero sí en cambio de un dinero y de una inversión que, en mayor o menor medida, nos afecta a todos los socios del Tiro. Estoy hablando, como sin duda ya muchos imaginan, de la oportunidad que, a corto plazo, se nos presenta para que  el club se haga con la propiedad de los terrenos que ocupa, actualmente en manos de la Administración del Patrimonio del Estado... o cosa parecida, que no sé exactamente cuál es su denominación correcta aunque sí sé que no es el Patrimonio de toda la vida. Doctores tiene la Iglesia y no seré yo quien, como digo, me ponga aquí a dar los detalles de la operación, que para eso se ha convocado una asamblea extraordinaria para el día ocho de Diciembre. De lo que sí estoy seguro, por los detalles que hasta ahora he recabado y que en su mayoría me ha explicado con infinita paciencia algún miembro de la Junta, es que la opción que se ha elegido o que se puede elegir o que se nos va a ofrecer a los socios es la mejor de las posibles. Veamos:
Primero: no compromete ni obliga a nadie que no pueda o no quiera tomar parte en la operación. Dicho de otro modo, no excluye a nadie.
Segundo: no trae como consecuencia la división entre unos socios más socios y otros socios menos socios. Aquél que decida participar obtendrá el beneficio que obtenga en metálico, no en más derechos ni en menos obligaciones que los demás.
Tercero: la participación se puede transmitir, heredar e incluso partir entre varios socios.
Y cuarto: el capital a cubrir con esta inversión es solo una parte  del precio de los terrenos ya que la mayor parte se financiaría con los plazos que permite el propio Patrimonio del Estado y que los socios iríamos pagando  con las cuotas que abonamos.
Ya lo explicarán, como digo, de manera más clara los miembros de la Junta en la futura asamblea. De lo que sí estoy seguro es que, como me dijo una vez una persona mayor a la que admiraba mucho, en esta vida nunca te arrepentirás de lo que hagas sino de lo que no hagas. Si te quedas parado en el andén viendo partir el tren, siempre te quedará el remordimiento de no haberlo tomado. Así es la vida.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Imposición o deposición



Sin ánimo de dar una lección de Historia a nadie, es bueno recordar que el paso del Antiguo Régimen al Estado Moderno se produjo, tras muchas revoluciones, mucha sangre y mucho sufrimiento, entre los siglos XVIII y XIX en los principales países de Europa y América. Después, a lo largo del siglo XX se fueron incorporando otros países de estos y otros continentes. Principalmente los que consiguieron salir del comunismo, pero también España de forma definitiva en el 78… o no. Si tomamos como referencia para considerar este salto cualitativo, la existencia o no de privilegios derivados del lugar de nacimiento, familia, fuero, etc. es un Estado Moderno aquél en que todos los ciudadanos son iguales ante la Ley; y es un estado absolutista aquél en el que perviven los privilegios ajenos a la persona, no siendo ésta tomada única y exclusivamente como ciudadano. Esto lo digo porque ya nuestra querida Constitución lo primero que hace es negarse a sí misma al establecer, en una de sus disposiciones transitorias, un régimen fiscal especial para Navarra en atención a sus antiguos fueros. A partir de ahí, todo lo que venga de comunidades autónomas, hechos diferenciales, etc. llueve sobre mojado.

¿Y qué tiene todo esto que ver con La Granja, se preguntará usted? Pues tiene que ver, y mucho, desde el punto y hora en que existe una tributación distinta para los vecinos de La Granja, en función de que sean residentes en el pueblo o no lo sean. Concretamente ha habido un incremento del IBI, que va desde el 0,50% del valor del inmueble en 2011 al 0,825% en 2012, o sea del 65% en un año. Este incremento, lógicamente ha sido igual para todos. Sin embargo, el que hace la ley hace la trampa y el Ayuntamiento se ha descolgado con una “ayuda” del 25% de la cuota líquida del IBI para los residentes ¿Ayuda? ¡Cuántas salvajadas se hacen aquí para “ayudar” a los necesitados! Para decirlo llanamente: si usted no reside (y vota) en La Granja, usted deberá pagar por la casa que usted tiene en La Granja su cuota parte del sostenimiento de los servicios del ayuntamiento, más la parte que ese mismo Ayuntamiento perdona a los que sí utilizan esos servicios. O por lo menos los utilizan muchísimo más que usted. Todo esto, teniendo en cuenta que estamos en un blog de socios del Tiro y que, en un porcentaje muy alto, probablemente superior al 90%, los socios del Tiro tienen casa en La Granja pero no son residentes en este pueblo.

Independientemente de los fallos que ya han emitido distintos tribunales respecto a este atropello, como el TSJA en causa parecida presentada por los veraneantes de Salobreña, yo me pregunto qué pasaría si ayuntamientos como los de Madrid, Barcelona, Bilbao, Zaragoza o Valencia tomaran una decisión parecida. Por ejemplo, que todo vecino de La Granja que tuviera algún piso en Madrid debiera pagar su parte del IBI, más la parte que le correspondiera después de descontar un 25% a cada uno de los cuatro millones de madrileños residentes. A más de uno le iban a tener que poner oxígeno.

Y es que, qué le vamos a hacer, la época dorada de las licencias de obra se ha terminado y claro, con ella se han esfumado los conciertos de Serrat y Sabina, los polideportivos con piscina cubierta, las bibliotecas sin lectores y los ayuntamientos con más funcionarios que vecinos. Pero la alternativa no es buscar otra gallina que ponga huevos de oro que será imposible encontrarla, sino dejar de pagar los huevos como si fueran de oro.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

sábado, 27 de octubre de 2012

Entendidos en todo


La hemos hecho buena. Desde que en abril del año pasado conseguí aislar, sistematizar y catalogar al Entendivino, no he parado de encontrar nuevos especímenes susceptibles de ser igualmente estudiados. Cada vez son más. Más los entendidos y más las áreas y los productos susceptibles de ser entendidos. Entendidos por los entendidos, se entiende.

El que más furor causa, por lo visto, en la actualidad una vez remansadas las aguas de la euforia por el vino, es el gin-tonic. Que ya comenté en artículo anterior que eso de echar tónica a la ginebra es, en mi opinión, tanto como echar gaseosa al vino. Pues según y cómo, dirá usted. Y no le falta razón, que no es lo mismo decir que “mi gin-tonic se ha quedado un poco cortito de ginebra” que decir que mi gin-tonic tiene “buen equilibrio entre al alcohol y los botánicos, notándose perfume a limón y especias, que le confieren un ligero picor”; como no es lo mismo decir “vaya tanganazo me ha preparado este tío” que decir que tu copa “tiene aroma afrutado y picante, con sabor predominantemente cítrico y ligeramente picante”, y que “en sus botánicos hay componentes de origen africano como el fruto de baobab y grosella de El Cabo”. Vamos, que he vivido yo casi cincuenta años sin haber probado el fruto del baobab ni la grosella de El Cabo, ni mucho menos la sublime mezcla de ambos y todavía me permito hablar de gintonics ¿seré paleto? Pues lo soy, porque no sé lo que son “sus botánicos”… y una vez obviado el chiste malintencionado, deduzco que deben ser sus elementos vegetales. O sea todo el gin-tonic, porque lo único parecido a un elemento mineral que puede tener un gin-tonic es el hielo, y no es mineral; y a un elemento animal, espero que nada. Aunque con estos cursis no se sabe nunca, que lo mismo te echan escamas de cochinilla para darle un matiz genuflexo-empírico. Sin embargo, siendo de difícil digestión -como es- lo de salir con un entendido en gintonics, todavía puede tener un pase. Y es que, sin necesidad de recurrir a tan rebuscada y engolada nomenclatura, es cierto que hay gente muy aficionada a tan británica e ilustre bebida, por lo que no es de extrañar que puedan distinguir un buen gin-tonic de uno malo. Incluso de uno sublime. Yo mismo busqué con devoción en Singapur el hotel Raffles, para tomarme el que entonces pasaba por ser el gin-tonic mejor preparado del mundo. Afortunadamente estaba cerrado el hotel por reforma porque si no, al que hubieran tenido que “reformar” hubiera sido a mí. A mi bolsillo, más bien.

¿Pero y los entendidos en agua? Estos sí que reconozco que me dejan sin capacidad de reacción. De manera que nos hemos pasado la infancia y la juventud repitiendo y repitiéndonos que el agua es incolora, inodora e insípida y ahora resulta que no, que el agua puede tener “un nivel alto en silicio y bajo en sólidos disueltos”. Pues vamos a ver, yo creo que en primer lugar el agua puede tener un nivel alto “de” silicio, pero no “en” silicio. Eso por una parte, por otra, si tiene “sólidos” disueltos deberían explicar qué clase de sólidos son. Por si alguien tiene piedras en el riñón, más que nada. No obstante, no se me alteren los entendidos, que siempre es posible explicar algo más para decir mucho menos. Me refiero en concreto al caso del agua “muy equilibrada, con un gusto muy divertido y estimulante”. Claro, ahora lo entiendo. Te bebes un vaso de agua y, como no podía ser de otra manera, te da la risa. Es que es “muy divertida”. Mira que si es Machaquito. Lo de “estimulante” ni lo comento, claro… Solo mencionar el ansia que tengo por probar una clase de agua “recomendada para el estrés mental y físico”. Lo que no dice es el modo de empleo: si hay que beberla, echársela por encima, meterse dentro y en tal caso a qué temperatura, etc. Lo mismo estamos hablando de lo que toda la vida se ha llamado “ir a tomar las aguas” a Archena o a Marmolejo y ahora resulta que estamos descubriendo el Mediterráneo. Esto tengo que probarlo…

Un tercer sector en el que los cursis se sumergen hasta el espasmo, para demostrar que entienden de algo más que el resto de los mortales, son las setas. Siempre que sean boletus, claro. Y es que como cometas la imprudencia de decir que has probado una buena carne o un buen guiso con setas ya estás listo. A partir de ese momento no te queda más remedio que recibir una clase magistral sobre boletus. “Pero de los de verdad, no de los que te venden por ahí”. Porque esa es otra, todos los boletus son de los de verdad y, por lo visto, de número ilimitado. Tanto como que, vayas al restaurante que vayas y a la hora que vayas, vas a ser tentado aprobar una excelente crema de calabacín con boletus, una carne guisada con boletus y un pastel de moka con boletus. Más aún, si se te ocurre preguntar si tienen alguna otra cosa, el maître interpretará que no te gustan el calabacín, la carne o la moka y te ofrecerá en su lugar una ensalada templada de granada con boletus, un capón de nuestra granja con boletus o una mousse de nueces con boletus. Eso si no haces la pardillada de preguntar qué setas son las que trae el revuelto, claro.

Tócate los botánicos. Hay muchos otros sectores en los que se han desplegado los entendidos, pero ya los iremos viendo…
 

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

jueves, 25 de octubre de 2012

Un otoño más


Y esperemos que no sea el último de Tiroleses, aunque bien podía haberlo sido. Un otoño más y un nuevo espectáculo en La Granja. Y es que, a riesgo de parecer pesado y reiterativo, creo que nunca me cansaré de quedarme boquiabierto todos los otoños ante cada árbol, ante cada calle sembrada de hojas, ante cada cielo encapotado y  ante cada atardecer de La Granja. Y lo siento de verdad por aquéllos a los que no les pase lo mismo. No porque los considere mejores ni peores, que no he de juzgar yo a nadie por sus gustos, sino por lo que se pierden. O por lo que no disfrutan, más bien.

Y como no es lo mismo predicar que dar trigo, me he echado una vez más al camino. Pero esta vez con una cámara de video, que es como si me hubiera echado al camino con una motosierra. Es decir, un aparato que aproximadamente sabes cómo funciona y para qué sirve, pero que nunca jamás antes habías utilizado y que, si no lo controlas, puede ser devastador para el medio ambiente y para las personas. Y con consecuencias similares, claro. Dicho de otro modo, aquél que padezca migrañas, cefaleas o vértigo absténgase de ver el video. Entre otras cosas porque el zoom es manual y no tengo trípode. Si a eso le añadimos que tengo un pulso "para robar panderetas", podemos hacer un cálculo aproximado de lo que ha salido. En mi descargo puedo decir que, para mitigar las consecuencias de semejante desastre, he intercalado fotos fijas para dar descanso a las meninges de los pocos osados que se atrevan con él.

Por lo demás, añadir que está hecho con el mismo cariño y la misma preparación técnica -o sea ninguna- que los demás montajes de fotografías. Y con la ayuda inestimable de mi hija Casilda, que tuvo el valor de acompañarme y aguantarme durante toda una mañana por Los Jardines filmando y fotografiando todo aquello que se moviera y lo que no.

Añadir por último que con este nuevo formato de Tiroleses, se puede ver el video directamente aquí, en lugar de tener que ir a YouTube a través de un enlace. Disfrutemos de los avances técnicos, que para criticarlos ya habrá voluntarios… Bueno, esa era la teoría. La realidad es que llevo tres días intentando subir el video y al final, he optado por seguir poniendo el enlace de YuoTube. Asi que, el que quiera o se atreva a verlo, tiene que pinchar en el siguiente enlace:



Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

lunes, 1 de octubre de 2012

Dispositivos

 

Nunca he tenido muy clara la diferencia entre la tablet, el portátil, el android, el áipod, el áipad, el áitach, el áifon y todos los “áies” que “hay” que conocer si quieres sobrevivir en este mundo. Es más, me cuesta entender para qué sirve cada uno, pero estoy seguro de que deben ser utilísimos porque están por todas partes. Lo que sí sé es que sirven para pasar muchas páginas de internet muy rápido, que es lo que hacen todos lo que los sacan en un lugar público. Efectivamente: te montas en el AVE y, de manera indefectible, el joven pelmazo que te ha tocado al lado y que es incapaz de salir a las plataformas para hablar por teléfono, está venga a pasar páginas en una pantallita mientras habla a gritos con su oficina; o la señorita de tres asientos más adelante pasa una página tras otra en su pantalla sin detenerse en ninguna, para hacerse la ocupada.
Pero esto no mejora nada si lo que tomas en lugar del AVE es el Metro, al que por cierto siempre he sido aficionado. Y lo uso siempre que puedo, pero es que además si lo comparo con otros metros que conozco, el de Madrid gana de largo. Y me refiero solo a los que conozco y he usado, que son los de Barcelona, Londres, Praga y Roma. No muchos, pero de ciudades bastante civilizadas. Pues en este, como digo, me siento un bicho raro cuando voy a trabajar y soy el único que no tiene un “dispositivo” entre sus manos. Bueno, para ser justos diré que sí lo tengo: el bolígrafo para rellenar mi revista de sudokus. De manera que al que mira la gente con curiosidad, no es al atormentado que tiene metida en los oídos una música que suena en todo el vagón; ni a la colegiala obsesa que teclea en un diminuto cacharro a razón de cuatrocientas pulsaciones por minuto; o a la funcionaria psicótica que pone su dedo en una pantalla y hace como que lanza la imagen hasta el principio del vagón; no, al que miran es a mí. A mí, que llevo un cuadernillo y un bolígrafo. Habrase visto qué poca vergüenza, un bolígrafo…
Y no digamos en los aeropuertos. Es obvio que, por su propia naturaleza, el avión es el transporte que más se presta a tenerte varias horas tirado en una sala de espera, en una cola etc. En esta circunstancia, sí que se justifica la utilización de estos diabólicos trastos. Sobre todo si viajas con niños. Sin embargo, la pregunta es ¿cómo es posible que cada vez que yo coja un vuelo, aunque sea en la compañía de más bajo coste, me tengan que tocar al lado las personas más importantes del mundo? Y es que no falla, oiga: es cerrarse las puertas del avión para rodar hacia la pista; o acabar de aterrizar sin haber llegado a la terminal, y el imbécil de al lado tiene que llamar a alguien para dar su posición: “que ya salimos…”, “que ya estoy aquí…” Claro, piensas tú, es que si no comunica dónde está, aunque sea a costa de la seguridad del vuelo y la vida de sus pasajeros, se van a disparar todas las alarmas. Tanto es así que, en el último vuelo que tomé de Londres a Madrid, mandé apagar los teléfonos mientras despegábamos a las dos ciudadanas que tenía a ambos lados de mi asiento. A la de la izquierda y a la de la derecha. El resto del vuelo no fue muy agradable, pero por lo menos cuando aterrizamos no se les ocurrió volver a sacar el telefonito…
Después están los restaurantes, bares, cafeterías y tabernas ¿Cómo es posible que en una mesa alguien saque una pantallita y se ponga a teclearla sin que nadie le llame la atención o sin que al llegar a la oficina le manden a por su liquidación? ¿O que otro saque un teléfono en mitad de la comida y se ponga a hablar? Claro, que si la otra opción es que se levante de la mesa para hablar, es mucho peor. Lo que me pregunto es si yo pasaría igual de inadvertido si sacara mis sudokus. Y la respuesta es bien sencilla: no son los dispositivos los que molestan, sino de la educación de quien los usa.

Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro

 
 
 

La Tía Tere

 

Tere no es mi tía. Ni siquiera le he llamado nunca tía Tere. Sin embargo sus sobrinos son como mis hermanos por lo que, cuando me hablan o les pregunto por ella, sí hablo de la Tía Tere. La Tía Tere es Tere Llorens y sus sobrinos -hermanos míos- son los Barbadillo Llorens. Y todos juntos con Ani, su madre, Pilar la tercera hermana y por supuesto los Lacasa Llorens, hijos de Tere, llevan dando vida a la vieja casa de la calle de La Botica número 6 desde que yo conozco La Granja, y aún muchas decenas de años antes. Dicen que en esa casa hay un fantasma y doy fe de que, si existe, no ha de ser ningún alma en pena. Todo lo contrario. Con decenas de personas de cuatro generaciones corriendo por sus escaleras arriba y abajo, lo que puede sentir cualquier habitante de esa casa es todo menos aburrimiento.
Por eso quiero hablar hoy de Tere. He ido a las tertulias que se formaban en la calle de La Botica desde que tengo memoria. Pero en la mismísima calle, como se ha hecho toda la vida en España: una silla por contertulio y a platicar, como dicen en México en perfecto castellano. Y no fueran aburridas esas tertulias, que ha habido días en que nos han dado las nueve de la noche. Cuando vivía Enrique era todavía más divertido pues, como buen ingeniero, siempre estaba arreglando cosas con una destreza increíble. Y a mí me encantaba ayudarle, me admiraba el orden y la precisión con que lo hacía todo y de mayor quería ser como él. Claro que ahora, de mayor, ni soy ingeniero ni soy como él, pero en fin, la intención era buena.
Y mientras tanto, Tere escuchaba a todo el mundo. No oía, repito, escuchaba que no es lo mismo. Desde su larguísima experiencia como madre, como esposa o como abuela Tere ha escuchado de todo y a todos... hasta que ha dejado de hacerlo. Y no por su voluntad precisamente, que la barca de su memoria ha roto amarras con la realidad y ahora navega a la deriva, sin rumbo. Sin saber donde se encuentra ni adónde va. Pero no sola, gracias a Dios, que a Tere no ha de faltarle, a ninguna hora del día ni de la noche la presencia de, sobre todo, uno de sus hijos. Pero también están pendientes de ella sus hijos políticos, sus nietos, sus hermanas, sus sobrinos… Desde niño me enseñaron, y así quiero enseñárselo a mis hijos, que en esta vida no se recoge nada más que lo que se siembra.
Una sociedad que es capaz de estabular a sus ancianos -no diré lo de los mayores ni la cursilada de la Tercera Edad, que los eufemismos son mucho más hirientes que la realidad- en centros donde “no les falta de nada”… excepto lo único que necesitan, que es el amor de su familia; que permite que sus niños se despierten solos por la noche o en casa ajena o incluso en el asiento de atrás de un coche porque sus padres TIENEN que salir; una sociedad en la que los niños insultando a sus padres sirven para hacer un espectáculo televisivo; una sociedad en la que se rompen las familias porque el matrimonio “no se aguanta” es, con perdón, un asco de sociedad. O sencillamente, no merece ese nombre. Y no me acuse nadie de meapilas ni de carca que, al menos en el caso al que me estoy refiriendo, no hay forma de cuadrar ninguno de esos adjetivos. Se trata sencillamente de humanidad, de educación y de ser bien nacidos.
Y es que siempre, siempre, por aterradora que sea la situación -que lo es- hay un ejemplo en el que mirarnos, una cuerda a la que sujetarnos o una luz para orientarnos. Un beso y gracias, Tere.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


Yo no tengo Feisbú

 

Existe desde hace tiempo en Europa, la costumbre importada de EEUU de supeditarlo todo a la imagen. Todo lo que no pueda ser enseñado en imágenes, sencillamente no existe. Antiguamente había una cultura, una explicación de las cosas desde lo profundo, desde su significado, el porqué de las cosas y por qué existían. Así, el Renacimiento se explicaba desde el cambio de mentalidad en la Europa del XVI, desde el paso del teocentrismo al Hombre como medida de todas las cosas y el renacimiento de la Antigüedad; el Romanticismo como el triunfo del sentimiento sobre la Razón; el Barroco en América como consecuencia de la evangelización, etc.
Sin embargo, llegó el momento en que empezó a viajar todo el mundo, pasando los viajes de ser un lujo o una aventura comercial, laboral o científica a ser un capricho al alcance de cualquiera que viviera en el mundo desarrollado. Y con esto llegaron los touroperadores, los resorts, los guías turísticos… y el viaje pasó de ser un medio, a ser un fin en sí mismo. Y tan fin en sí mismo como que si no traes fotos de todos y cada no de los lugares que has visitado, sencillamente has tirado tu dinero. De ahí, el infierno de visitar a unos recién casados y que te sacudan las doscientas fotos de las playas de Santo Domingo o el siempre temido “video del viaje”. O el de no poder ver la Basílica de San Pedro, las pirámides de Chichén Itzá, el Taj-Mahal o el templo de Borobudur sin ver doscientas mil cabecitas con una cámara delante, asomando por todos y cada uno de sus rincones. Peor que eso aún, es ver cómo hay gente capaz de airear su más bajas miserias a cambio de su minuto de gloria en la televisión, minuto del que se sentirán orgullosos el resto de su vida.
Vayan por mi parte todos ellos a freír puñales en mal hora, que de mis viajes solo tengo los recuerdos, lo vivido y lo aprendido en ellos. Y mi gloria es vivir tranquilo, compartiendo sólo lo que quiero compartir y con quien quiero compartirlo. Por eso no tengo Feisbú, aunque lo tuve. Lo tuve y dejé de tenerlo cuando comprendí que el invento no consistía en otra cosa que no fuera tomar tu intimidad y colgarla en un escaparate. “La parte de tu intimidad que quieras compartir…” me dirá usted. Y es cierto. Pero ¿no es más cierto que si no colocas algo atractivo, tu página no interesará a nadie? ¿O que si las personas con las que compartes tus fotos, recuerdos anécdotas, etc. no te enseñan algo más, dejan de ser interesantes para ti? Pues eso mismo pensarán ellos de ti, lógicamente.
Pero es que la cosa va más lejos aún: cuando, como digo, quise darme de baja en el infernal invento, tuve que buscar para conseguirlo doscientas direcciones de internet, trucos, foros, etc. y de entre todos ellos obtuve los recursos necesarios para que me dijeran que, si no la abría en seis meses, mi página quedaría dada de baja. Creo que eso ahora ha mejorado bastante. Sin embargo, todas las fotos y textos que hayas puesto en tu página siguen siendo propiedad de Facebook. Y no se queje, que eso lo firmó usted el día que se dio de alta.
Con todo esto no quiero decir que no me merezca muchísimo respeto la decisión que cada cual tome respecto a su intimidad, faltaría más. Lo único que quiero decir es que si alguien quiere encontrarme, que no me busque en el Caralibro, Libro de La Cara… o Libro de Los Caras.
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro


Tiroleses contra Gonzalo

 

- Buena la has liado, hermano
- Yo no quería molestar a nadie, al contrario
- Es peor desilusionar que molestar
- Mucho menos quería desilusionar
- Pues como lo hagas todo así…
- ¿Vas a hacer mucha más sangre?
- No hace falta, ya te desangras tú solo. Sin embargo era yo quien “agonizaba”…
- Noto cierta ironía
- No sabes la libertad de palabra que te da no deber nada a nadie
- ¿No me debes nada? Hace poco decías que sin mí no existías
- Y de hecho he dejado de existir, según tengo entendido
- Pues yo te veo en plena forma
- No será gracias a ti
- ¿A quién, entonces?
- A tus lectores. Bueno, a nuestros lectores, que tú escribes pero a quien leen es a mí
- Eso me suena a folclórica, ya sabes: “ese público que tanto me quiere y al que tanto debo…
- A mí, sí que me quiere el público
- “El Público” no existe, cada lector es un mundo, un público distinto. Al menos, para mí.
- ¿Y a que te vas a dedicar, a escribir cartas?
- Eso quisieras tú
- Me temo que lo que yo quiera es poco relevante
- Nada relevante, para ser exactos
- Touché
- Pues no sigas por ese camino
- Mensaje recibido
- ¿Deberíamos seguir?
- Deberíamos
- Parece la reconciliación de una pareja de adolescentes
- Yo tengo quince meses, pero usted…
- Estoy encantado de tener los que tengo. Peor sería no haber llegado
- Pues si de ti dependiera yo no llegaría ni a los dos
- Si empezamos con reproches… además no es lo mismo la edad de una persona que la de un blog. Por cierto, ¿cuál es el plural de blog?
- ¿Y el de sacamantecas?
- Empezamos bien
- No empezamos, continuamos
- Pues que Dios reparta suerte para esta nueva etapa
- Así sea: suerte, vista y al toro
Gonzalo Rodríguez-Jurado Saro